Sobre cumplir sueños.
febrero 27, 2017Hoy hace un mes desde que lo sé. Quizá sea cierto que el número de la cuenta atrás sigue siendo largo, tres cifras, 186 son los días que quedan para coger un avión rumbo a mi nueva vida que ansiosa, aguarda a mi llegada; pero mentiría si dijese que todo es igual desde septiembre del año pasado, el momento en que decidí que me presentaría a la siguiente convocatoria de las Becas de la Fundación Amancio Ortega.
Y es que los días cambian de rumbo por pequeñas cosas y solo el tiempo es capaz de mostrarnos su inmensidad. Recuerdo con nitidez el momento en que entré a Cebollos, un grupo de Whatsapp de gente con ganas de comerse el mundo, afrontar las pruebas e irse a estudiar primero de bachillerato a las Américas. Entre charlas, debates y skypes, al son de un Larger than life más alto que nunca, llegó el día de la primera criba, el examen escrito.
El examen constó de tres partes, listening, reading y writing, siendo este último de carácter más bien psicológico; teníamos que completar frases con lo primero que pasara por nuestra cabeza, marcar nuestra reacción ante distintas situaciones y por último, escribir. Aquel día mi mano hacía movimientos sobre el papel que difícilmente podría catalogar como letras, y curiosamente, lo que logré expresar me dejó con la sensación de que había sacado parte de mí; no tenía ni idea de lo que iba a pasar a partir de ahora, quizá la experiencia se acabase aquí, y aun así, estaba feliz porque había conseguido ser yo.
Los días pasaron rápido, los exámenes me agotaron e impidieron que me parara a pensar en los nervios absurdos que sabía que se escondían en alguna parte dentro de mí. Y efectivamente, ahí estaban, acompañándome el 14 de diciembre. No podía creerme que mi nombre apareciese en esa lista, iba a tener que preparar una exposición de 3 minutos pero entonces lo único que se me antojaba apetecible era celebrar que estaba un poquito más cerca de lograr aquello que tanto quería.
A partir de entonces, Canadá estaba en todas partes; en programas de televisión cuando hacía zapping, sudaderas, cuentas de Instagram, incluso me enteré de que actores y cantantes que seguía desde hacía tiempo eran canadienses (Ryan Gosling entre otros, que anoche no logró el óscar pero sigue teniendo mi admiración por su actuación tan impecable en La La Land). La beca se convirtió en el tema principal de las cenas navideñas, pensé y lo comenté con mis familiares, esos que solo veo tres veces al año y se ilusionan por cualquier pequeño éxito; había miles de temas sobre los que podía hablar pero ninguno llegaba a convencerme del todo, y el tiempo empezaba a apurar. Quedaba poco de ese poderoso elixir que nos condiciona, y entonces supe que tenía que ponerme a escribir, fuera sobre lo que fuera; a veces forzar la creatividad es la única manera de que llame a la puerta.
Mi prueba oral fue el 10 de enero, un número bonito para una friki de las matemáticas como yo. Finalmente decidí hablar sobre mí, era algo que dominaba, al fin y al cabo era mi vida y podía aportarles información sobre cómo he llegado a ser quien soy hoy.
Por la mañana estuve con el instituto en los estudios de la eitb, la radio televisión vasca, y si en un primer momento me pareció el lugar perfecto para no pensar en lo que esa tarde iba a pasar, terminé llegando con un dolor de cabeza terrible entre el autobús y todo el tiempo que pasamos grabando un programa tras otro. Aun así, puntual a las 6, hora a la que había sido citada, me puse delante del ordenador asegurándome de que mi madre me dejaba sola en casa y sin parar de comprobar que la conexión era buena; estaba hecha un flan, aún más cuando 30 minutos más tarde atendí a la llamada y vi a dos mujeres sonrientes al otro lado de la pantalla.
A día de hoy sigo sin saber qué responder cuando me preguntan por cómo fue la entrevista; me encontré cómoda, las palabras salieron solas y mis dos entrevistadoras lo facilitaron todo, pero como siempre que los nervios hacen acto de presencia, nada es objetivo.
Hoy hace un mes desde que lo sé, ¡me encuentro entre los seleccionados! Temblé, chillé, llamé a mi madre, lo grité a los cuatro vientos. Quién me diría a mí que iba a cumplir mi sueño de estudiar primero de bachillerato en Canadá. Hasta el día de hoy todo ha sido un mar de emociones, y con la primera tanda de papeleo enviado, puedo decir que me siento más que afortunada por poder compartir esta experiencia con el resto de personas en el grupo de Spanadians 5.0 (becarios de la 5ª edición) que hemos logrado encontrar.
Por muy absurdo que pueda sonar, me gustaría aprovechar el contexto de esta entrada para dar las gracias a ciertas personas, parece ser que a veces no encontramos el momento indicado de decirlo en persona. Mi familia, que se puso y a la vez me puso a mí más al día de este país plagado sorpresas; Ana, mi risueña profesora de inglés; Jaime, nadie supo calmar mis nervios como él; mis amigas, y todos los Cebollos con los que en algún momento llegué a hablar.
¡Un abrazo muy grande desde Bilbao hasta donde quiera que estés!
1 comentarios
Que bonito todo lo que escribes Ángela.
ResponderEliminarTe extraño mucho mucho mucho.
Un besito,
Chai.